martes, 8 de julio de 2008

DIA DOS: Atrapado en la nevera

La tía Leonor tenía una nevera y por muchos años fue su más valiosa propiedad; por que como a ella le agradaba mucho preparar postres y otras golosinas; tenía que conservar los múltiples ingredientes que requería; las esencias, las mieles, las frutas, las cremas y batidos.
Lo cierto es que recuerdo aquella inmensa caja que tenía un cerrojo con una palanca, que pensándolo ahora parecía una chapa de un baúl.
En mi memoria esa nevera es un sinónimo de un calabozo por los eventos sucedidos en la ya lejana infancia con mi primo Arturo.
La tía Leonor también sufre de ese común mal de nuestra época y es que al hablar con ella terminamos por no saber de que se trata la conversación, pues ella disgrega los temas, divagando por el mundo de las ideas y eventos. Pero ha tía Leonor le debo querer estudiar filosofía y letras y poderme haber dedicado a buscar conectores gramaticales para poder hilar las mágicas figuras que describían las aventuras de su vida cotidiana y es por eso que hoy cuento con un tesoro de mas de quinientos conectores.
Sucedió un viernes en la tarde cuando mi primo Arturo y yo nos convertíamos en los dueños y señores de la casa de la tía Leonor por que mama se reunía con ella para sus clases de culinaria y se olvidaban por esas cinco horas de nosotros. Todo inicio entre reto y propuesta cuando decidimos buscar un lugar que fuera el perfecto escondite, donde ocultarnos y donde nadie nos encontrara; pasaron las propuestas por el curato del servicio, la buhardilla, el sótano, la alacena y así pasamos toda la casa inspeccionando de palmo a palmo, lugar por lugar conjeturando sobre el tamaño de los espacios y si cabríamos en ellos, los grandes ganadores fueron el baúl donde se guardaban los granos y la nevera, tardamos en hacer la elección por que nos enfrascamos en discusiones infantiles si eran validos o no pues tenían la dificultad de que había que vaciarlos para poderlos usar; situación que solo logramos dirimir pasando a la acción y fue cuando decidimos vaciar el baúl y probar.
Fue Arturo el que se aventuro a meterse en el y cual fue nuestra sorpresa cuando Arturo cabía con lujo de espacio y hasta podíamos volver a poner los recipientes de los granos para ocultarnos bajo ellos.
Luego toco el turno de probar la nevera pero para esto tendríamos que sincronizar el momento de ausencia de tía Leonor y mama fuera de la cocina con nuestra prueba.
Y Se dio el instante, corrimos a la cocina en el momento que ellas se retiraron a la sala para tomar un café y esperar que una de las recetas reposara antes de llevarla a la nevera.
Fue fácil hacer la prueba solo tuvimos que retirar rápidamente los dos grandes baldes de helado y batido que la tía siempre mantenía allí preparados y me interne dentro de la nevera mi primo cerro la puerta y los contados segundos que pase allí en la oscuridad y el frió me parecieron eternos luego mi primo abrió la puerta y salí de allí aterrorizado.
Cuando acabamos de meter de nuevo los baldes de helado regreso mi tía con mama y nosotros huimos al jardín para reír a carcajadas y comentar nuestra aventura.


Bernardo Molina Zuluaga
Julio de 2008

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