martes, 8 de julio de 2008

DIA UNO: Ensayo sobre la demencia lúdica

Todo inicio una calurosa tarde de julio cuando, nos deponíamos a participar del curso taller de redacción y se manifestó con una gran carcajada que extrañó a los asistentes presentes en el recinto de formación.
Luego de este evento comenzaron a suceder sutilmente fenómenos que cambiaron la comprensión de la realidad.
Luego de ese poema de Pablo Neruda ya no pudimos ver de la misma forma el paisaje; puedo recordar el fotograma que inmortaliza el momento en mi memoria resaltado con hermosas perlas luminosas; que no son otra cosa que los ojos saltones iluminados con la chispa de la sorpresa de las jugosas descripciones que con palabras extrañas describían en un paisaje la aventura de escribir.
Con una charla amena y lenta ella la maestra, la escritora comenzó a tejer una lenta narración que de vez en cuando apoyaba y matizaba con pequeñas historias coloquiales, mostrando la perdida de un interlocutor en el proceso autor – lector; pues cuando escribimos el autor usa un código que plasma en el papel y deja a libre albedrío solo al lector para que descifre y decodifique sus intenciones diseminadas en el texto del mensaje.
Con esa anécdota que sonrojo a algunos y el descubrimiento de muchos en ese corredor donde las paredes son paréntesis y corchetes y nosotros somos incógnitas perseguidas por equis y operadores matemáticos nos descubrimos desnudos ante la dificultad de escribir; comprendimos que para hacer ecuaciones matemáticas, como para escribir textos se requieren unos conocimientos. Donde existen momentos que permiten escribir y que también en ese instante hay un universo psicológico que nos afecta.
Esa historia del primer encuentro con el mundo de leer nos transporto a la infancia para descubrir de nuestros miedos y desconfianzas con la interacción solitaria con el texto.
Divagando entre la técnica y elementos para contextualizar la articulación del arte de tejer palabras, se destilaron trucos para ser exitosos al escribir y muchos respiraron con descanso al escuchar simples recetas de pocos ingredientes, pasando por las estructuras conceptuales y las ideas sueltas conectadas por líneas para crear mapas mentales.
Pasamos el resto de la tarde acariciando ese personaje; describiendo sus características y su extraño maridaje con la palabra que lucha entre si para prevalecer entre lo conciso y coherente, esa relación kamasutrica que en un artístico movimiento lógico se desliza entre la cohesión y la coherencia dando un amalgamado producto que danza con la conciencia, la imaginación que denominamos texto escrito.
Entre floridas anécdotas del día a día se desdibujaron las figuras de lo cotidiano donde esta relación incestuosa entre el autor y el texto desconocen la hilaridad de la norma de escribir.

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